lunes, 27 de marzo de 2017

Tema del traidor y del héroe (Jorge Luis Borges)

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Artículo de Página 12



VIERNES, 12 DE AGOSTO DE 2011
RESISTENCIAS
Todas putas
Hoy, a partir de las 18 horas, en el Obelisco empieza la edición argentina de la Marcha de las Putas, con réplicas simultáneas en Rosario y Mar del Plata. En muy pocos meses, la acción logró levantar la suficiente polvareda para que se multipliquen las voces de la diversidad feminista. Desde el 24 de enero, día en que un policía canadiense dijo que las mujeres teníamos que dejar de vestirnos como putas si queríamos evitar los ataques sexuales hasta hoy, miles de voces, cuerpos y sexualidades se sumaron a esta convocatoria que ya pasó por Alemania, México, Brasil, Sudáfrica, Nicaragua, Australia e Inglaterra, entre otros países. Una experiencia riquísima impulsada por jóvenes feministas y otras que desde afuera del colectivo entendieron la importancia de reapropiarse de la palabra puta para llevarla tan alto y lejos donde nadie pueda tocarla (ni tocarnos).

https://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Flor Monfort
El 24 de enero fue un clásico día blanco y helado del invierno de Toronto. Epoca en la que mucha gente tiene que salir con pala en mano para sacar la nieve acumulada en la puerta de su casa, otros llevan la herramienta en el auto para evitar quedarse atrapados en el camino y todos usan esos supertrajes primermundistas para soportar las temperaturas bajo cero. Caminan en orden, son gente disciplinada, no llegan tarde. En ese sabor a hielo seco, cortante, no mucho más que la piel de la cara y las manos se veían en el auditorio del Osgoode Hall Law School, una universidad de 121 años donde los jóvenes entran después del colegio y salen abogados y abogadas.
Esa mañana, el oficial Michael Sanguinetti y un compañero de él, más callado o más prudente, de la División 31 de la policía canadiense, dieron una conferencia en Osgoode. Fueron pocos los que se acercaron al auditorio para escuchar los consejos sobre seguridad, solicitados por las autoridades debido a que los asaltos sexuales, el acoso y las violaciones se multiplicaban en los campus. Sanguinetti dijo: “Yo no debería decirles esto, pero las mujeres tendrían que evitar vestirse como putas si no quieren ser violadas”. Nadie se levantó del auditorio, pero las palabras de Sanguineti tuvieron un efecto gong capaz de penetrar en los huesos y neuronas de miles de personas. De esos pocos que lo vieron en vivo, las redes sociales hicieron su trabajo y el papelón policial llegó a la prensa. Enseguida vinieron las disculpas. “Fui imprudente, me disculpo con las víctimas a las que sólo agregué dolor”, bla bla, escribió Sanguinetti en un mail.
Tarde: la Marcha de las Putas ya había empezado a rodar.
La primera fue el 4 de abril en Sackville, Canadá. Enseguida se replicó en Londres, Ottawa, Vancouver y Montreal. El facebook original (www.facebook.com/SlutWalkToronto) recoge la experiencia desde el día cero y se convirtió en un foro mundial que da cuenta de las marchas en todo el mundo. Allí se suben las fotos, se comparten experiencias en primera persona, se pueden ver videos con testimonios de mujeres violadas, instructivos sobre cómo armar la marcha en tu ciudad, miles de ideas donde el “Slut Pride” o “Pute Pride” (algo así como “orgullo de ser puta” en inglés o francés y retomando el “Gay Pride” que dio origen a la conocida Marcha del Orgullo Gay en todo el planeta) se amplifica en miles de espejos: prendedores, carteles, grafitis, remeras y el propio cuerpo, de jóvenes, viejas y algunos varones, tomando una forma más condensada en el lema que atravesó todos los encuentros: “No means No” (“No significa No”), que además funciona como un impresionante unificador de grupos de los cinco continentes que informan sobre estadísticas (48 violaciones por hora en el Congo, por nombrar un ejemplo), trabajos académicos sobre la conveniencia hegemónica de poner el peso de la culpa sobre el cuerpo y la actitud de las mujeres y poderosos análisis sobre la arrasadora mayoría de modelos masculinos impolutos y brillantes en los relatos de ficción (“¿Por qué Star Wars teme a las mujeres? Leia es la única que no es prostituta, pero incluso ella es un terrible estereotipo femenino”, dice uno de ellos). Incluso hay grupos SCAM (grupos falsos), como el SlutWalk Teheran, con la promesa de una marcha en 2012 en la capital iraní donde se suman insultos a la organización y se boicotea con información errónea. Pero en todos está presente el debate sobre la idea, los pros y los contras, las voces a favor y las no tanto de llamarnos putas a nosotras mismas, con toda la carga peyorativa, degradante y disciplinadora que lleva la palabra sobre sus letras. En todas las marchas la arenga implicó también apropiarse del término con todo lo que hay en él de temible: colores, texturas, escotes, cortos de pollera y la escritura en el cuerpo, tan propia del asalto sexual y los femicidios que “marcan” la piel de la víctima, le imponen un sello, un “hasta acá llegaste muchacha”. “Todas Putas” se escribió en la panza una adolescente de Puebla, México. En España a los portaligas sumaron los burkas, las coronas de espinas, los hábitos de monja y se hizo un simulacro de hoguera; puestas en acto de todas las mujeres, las presentes, las históricas y las que no pueden expresarse.
Para Heather Jarvis, una de las fundadores de la Slut Walk en Canadá, la cuestión es hablar de la cultura de violación. “Se ataca a las mujeres, se las marca, quema, penetra por la fuerza y luego se las juzga (porque la violación no termina en el hecho en sí sino que se extiende al aparato legal y social que lo continúa) debido a un potente engranaje que nos inculca que allí está nuestro cuerpo, disponible para ser penetrado. Hay una operación inconsciente que desmiente de alguna manera aquello de que “si vas vestida de puta te la estás buscando” y que tiene que ver con que, en definitiva, todas estamos en la mira. Así que reivindicamos la vestimenta pero sobre todo queremos alertar sobre estos cuerpos, los nuestros, y que la lupa ensanche la mirada allí donde debe estar: en los violadores y en la mentalidad sociocultural que los habilita”, explicó a principios de abril.
EL LENGUAJE ES LA CASA DEL SER
Las opiniones en la aldea local se sucedieron en las últimas semanas. Debate que no escapa al que se dio en otros países, pero veamos lo que ocurrió acá. La diputada feminista Diana Maffía aclara que va a hacer todo lo posible por estar presente, que adhiere a sus objetivos y consignas porque éstas implican un cambio cultural, que si bien es lento debe motorizarse con acciones concretas. Sin embargo, encuentra problemas en apelar a la palabra puta. “Mi única objeción es la de adoptar el nombre que la marcha tiene internacionalmente, porque es un nombre que estuvo basado en una circunstancia y que apela a una palabra muy denigrante, y que desde mi punto de vista establece una ficción sobre las personas que verdaderamente ejercen la prostitución. Dialogando con compañeras a través de la red RIMA (Red Informática de Mujeres de Argentina), ellas me hicieron ver la relevancia que esta palabra tiene en la vida cotidiana, sobre todo para las mujeres jóvenes, porque se aplica a cualquier mujer que se salga de los estereotipos o de las expectativas masculinas. Sin embargo, consulté con varios hombres y su primera reacción fue “vamos a ir a mirar”, eso es lo que me hizo ruido desde el primer momento: ¿a quién queremos interpelar? ¿De qué manera? Es una campaña que va a tener que sostenerse mucho en el tiempo, y éstas son disquisiciones refinadas para seguir teniendo en el movimiento de mujeres, pero para eso va a ser muy importante ver el efecto de la marcha. De esa manera vamos a poder analizar mejor si usamos las herramientas adecuadas”, explica. La feminista queer Mabel Bellucci participó del debate mencionado por Maffía en RIMA y propuso hacer acciones diferentes en la misma marcha para quienes se sientan incómodas con la consigna de usar la vestimenta como herramienta de provocación. Pero empezó sus correos reivindicando la “putez” como condición de todas. “Yo soy puta, trola, chonga, trava, madre, vecina, propietaria, ensayista, torta, hija y demás yerbas” escribió en un mail, y aclaró a Las 12: “Mi malestar con las posiciones que surgió al calor del debate tiene que ver con el aburguesamiento del enfoque: ese discurso clasemediero de ‘cuidado, no me confundan’. Quizás, yo estiré un poco mi provocación, reconozco. El 5 de agosto el Grupo de Estudios sobre Sexualidades (GES)-Gino Germani organizó una mesa sobre Explotación y Trabajo sexual con el tema de la prohibición del rubro 59. Intervinieron las dos agrupaciones Ammar y sus referentes se opusieron a autodenominarse ‘putas’, pero tampoco se rasgaron las vestiduras. Y lo entiendo perfectamente. Estas mujeres viven en carne propia la exclusión y la desigualdad. No es lo mismo que diga yo ‘Me siento y soy puta’ a que lo diga una de ellas que experimentaron vivir y trabajar como putas. Sin embargo nadie allí sostuvo una figura de víctima, todo lo contrario. Para mí es una categoría de la que tenemos que apropiarnos, como otras tantas justamente porque todo el tiempo nos han estigmatizado desde el régimen heterosexual. Con determinadas corrientes feministas, los cuerpos aún permanecen en el closet. Las políticas neoliberales lograron instalar la data cuantitativa, el discurso tecnocrático y del relato en primera persona pasó a tercera: ‘son ellas, no nosotras’. Carla Lonzi y su grupo Rivolta Femminile, en los setenta, clamaba ‘Mi vientre me pertenece’. Entonces no sólo el cuerpo está en el closet, también el deseo, el placer, la resistencia y las ganas de explorar. Por ello, esta marcha interpela de diversas maneras: interpela a muchas como activistas y a otras como mujeres”, dice Bellucci, pero coincide en que sólo la experiencia va a determinar la verdadera dimensión del acontecimiento, sirviendo las otras marchas del mundo y tal vez las de Latinoamérica por hallarse más cerca de nuestra coyuntura, como faro para pensar en las repercusiones.
Pamela Querejeta Leiva, una de las organizadoras, menciona el debate donde otras mujeres sugirieron nombres como “La marcha de las necesitadas de protección” o “La marcha de los mil maridos”. “Deberíamos ampliar el intercambio y no crear grupos a favor o en contra, sino más bien un ámbito en donde podamos discutir qué es lo que nos pasa como sociedad, qué les pasa a las mujeres de todas las edades y cómo podríamos coordinar tareas para seguir militando por la igualdad. Nosotras adoptamos el mismo nombre que tuvo la marcha en todos los países en los que se realizó. Si le pusiéramos otro, otra sería la marcha. Ahora bien, lo hacemos porque esa palabra tiene un significado no sólo para quienes decidimos organizar la marcha, sino para quienes adhieren y para quienes no. Hoy llamar a alguien ‘puta’ es sinónimo de prostituta. Una ‘puta’ hacia el común de la sociedad es quien se viste con pollera corta, tal vez se platina el pelo, usa escote, se maquilla y se pone unas botas altas. Para nosotras, es una persona que quiere verse bien y hace un libre uso de su sexualidad. Es una mujer que puede ser universitaria y tener los mejores promedios, sin embargo en ese imaginario social, sólo es una mujer que por verse así merece ser menospreciada. Si decidimos vernos así, nadie debería usar la palabra ‘puta’ para insultarnos, mucho menos si decidiéramos por propia voluntad ejercer la prostitución. Esto es para todas las mujeres. Quitarle la connotación negativa es apartarle toda negatividad y violencia. Mientras deje de tener el efecto ofensivo, dejará de ser usada despectivamente”, explica y destaca que nadie tiene que quedar afuera de la convocatoria, sino que cada cual puede intervenir como quiera. Rescata en este sentido la experiencia a la que convocó la organización el martes pasado, donde se reunieron a estampar telas, cartones y papeles con el “No es No”. La artista Mariela Scafati, parte del movimiento “Serigrafistas queer”, estuvo en la movida: “Muchas no nos conocíamos, algunas llegaron solas a estampar su remera y todo el tiempo se habló de las consignas. Había mujeres de todas las edades, autoconvocadas y de agrupaciones que van a participar desde sus militancias particulares. Fue muy interesante, mientras hacíamos las serigrafías, debatir sobre lo que nos pasa y lo que va a pasar. Por la experiencia de afuera, es todo ganancia, visibilidad, agite y fuerza femenina. No puede salir mal”, dice entusiasmada por el intercambio previo, una suerte de ensayo de lo que va a pasar en la marcha que cargó las pilas para los últimos días.

APROPIARSE DEL INSULTO

Paula Maffia, música de 28 años, dice: “Coincido en que la reivindicación ha sido uno de los estandartes de todas las minorías desde siempre. Transformar el insulto en un apelativo de la pequeña comunidad es algo que desde los niggers a las putas, desde las locas, maricas y tortas a los villeros nos ha ido fortaleciendo. Resignificar una palabra es fundamental para resignificar nuestra realidad. Entiendo que ésta es la búsqueda del artista: transformar en obra la desdicha, transformar en beso el grito, transformar el sueño en realidad. Esto me lleva a una pequeña anécdota de dudosa moraleja: me acuerdo la primera vez que trabajé en un grupo de estudio feminista, hace cinco o seis años. Todas feministas old school. Estaban preocupadísimas por buscar un discurso inclusivo y discutían si era mejor la arroba o la equis o la letra e, que es tan amable como el color verde en los bebés. Yo les pregunté qué pasaba con una consigna como “el Hombre ha poblado la Tierra desde hace 500.000 años”. Siendo estudiante de antropología, es algo que leo y repito muy seguido. Ellas me dijeron que lo correcto sería decir “el hombre y la mujer” y yo les dije “¿y qué hay de los intersexuales?”. Acto seguido me metí en problemas y generé revuelo cuando les confesé que yo nunca me había sentido excluida de la consigna “el hombre”. Mientras yo deseara incluirme en el significado, el significante no me iba a poder dejar afuera. Obviamente, esto les pareció una traición, pero lo que yo quería explicar es que, considero, hay que pensar estrategias a corto y también a largo plazo. Cambiar el significante es algo que depende de modas y es fluctuante, es efectista pero no efectivo. Tenemos que empezar a cambiar el significado para que las próximas generaciones se sientan incluidas, o “incluides” si te gusta más. Esta anécdota se funda en el hecho de que yo fui contenida por décadas de lucha y pensamiento”, aclara y explica que su trabajo consiste en llevar a la cotidianidad y a cada una de sus canciones su manera de pensar y de sentir. Para ella, ser honesta y franca con su sexualidad, su pensamiento político, sus ideas, sentimientos y creencias es tan importante y educador como participar de debates, actos, foros, marchas y congresos.

Anim*lia